La pequeña Marisel miraba su muñeca de trapo destruida entre sus manos y un sentimiento de amor odio la confundía; por un lado en sus ojitos lagrimosos se notaba el profundo amor que sentía por aquella muñeca, que su perrita había desarmado jugando con sus dientes y manitos; odio momentáneo por el atrevimiento de su mascota preferida; la caniche la miraba desde un rinconcito del patio como dándose cuenta de su error; por un momento la niña pensó en golpear al animal, pero de pronto recordó las palabras de su mamá, cuando juntas oraban antes de acostarse al Padre Celestial;Señor perdona nuestros pecados, como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden-Miro a su perrita la llamo y la abrazo, su muñequita necesitaba una costurera, pero ella sintió reconfortado su corazón al ver que a pesar de todo el dolor del mundo que sentía, debía seguir amando a su amada mascota; dejo la muñequita sobre una mesa y salio a recorrer el prado feliz seguida por la pequeña caniche que saltaba y trotaba alegre junto a la dulce Marisel.
fin
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